COLEGIO DISTRITAL MENORAH
FRAGMENTO LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA
WILLIAM SHAKESPEARE

Lucio Tarquino, por su
excesivo orgullo llamado el Soberbio, tras haber sido causa de que su propio
suegro, Servio Tulio, acabara cruelmente asesinado, y de haberse él mismo
apoderado del trono sin requerir ni aguardar los sufragios populares,
procedimiento contrario a las leyes y costumbres romanas, en compañía de sus
hijos y de otros nobles de Roma, marchó a poner sitio a Árdea.
Una tarde, durante el asedio,
reunidos los principales jefes del ejército en la tienda de Sexto Tarquino,
hijo del rey, comenzaron, en sus charlas de sobremesa, a ponderar las virtudes
de sus propias mujeres, circunstancia que dio lugar a que Colatino proclamara
la incomparable castidad de su esposa Lucrecia. En este alegre humor partieron
todos para Roma; y deseando comprobar, por su secreta y repentina llegada, la
verdad de lo que antes habían sostenido, solo Colatino encontró a su mujer –no
obstante hallarse avanzada la noche– hilando con sus doncellas.
Las otras damas fueron
sorprendidas bailando y jaraneando, o en diferentes diversiones, por lo cual
los nobles cedieron a Colatino la victoria y a su mujer la palma. En esta
ocasión quedó Sexto Tarquino prendado de la hermosura de Lucrecia; pero,
refrenando por el momento sus pasiones, volvió con los demás al campo. En
seguida los abandonó en secreto, y fue recibido y albergado regiamente, como
convenía a su estirpe, por Lucrecia, en Colatio. La misma noche se introdujo
traidoramente en su alcoba, la poseyó por la violencia, y emprendió la fuga de
madrugada. Lucrecia, en este lamentable estado, despachó inmediatamente
mensajeros: uno, a Roma, a casa de su padre, y el otro, al campo de Colatino.
Llegaron estos, acompañado el
primero por Junio Bruto y el segundo por Publio Valerio, y hallando a Lucrecia
vestida de luto, le preguntaron cuál era la causa de su pesar. Ella,
arrancándoles primero juramento de venganza, reveló al culpable, con todos los
pormenores de su crimen, y acto seguido se dio de puñaladas. Visto lo cual,
todos, de común acuerdo, prometieron exterminar de raíz la odiosa familia de
los Tarquinos, y transportaron el cadáver a Roma.
Bruto informó al pueblo de las
circunstancias de esta vil acción y del nombre del que la había cometido, con
una amarga invectiva contra la tiranía del rey. Con lo cual el pueblo se
conmovió de manera que, por consentimiento unánime y aclamación general,
desterró a todos los Tarquinos, y la gobernación del Estado pasó de los reyes a
los cónsules.
Conducido por las pérfidas
alas de un deseo infame, el impúdico Tarquino abandona el ejército romano, y a
toda prisa huye de Árdea, la villa sitiada, a llevar a Colatio el fuego sin
claridad que, oculto bajo pálidas cenizas, acecha el momento de lanzarse y
rodear con su cintura de llamas el talle del dulce amor de Colatino, la casta
Lucrecia.
Quizá este nombre de casta fue
lo que, desgraciadamente, agudizó el filo no embotado de su irresistible deseo,
cuando Colatino, sin poder reprimirse, celebró con imprudencia la mezcla
incomparable de rosa y blanco que resplandecía en aquel firmamento de su
felicidad, donde luceros mortales, tan luminosos como las magnificencias del
cielo, le reservaban a él solo, en sus puros aspectos, peculiares encantos.
Quizá el elogio de la soberana
gracia de Lucrecia fue lo que sugestionó a este arrogante vástago de un rey,
pues por nuestros oídos son tentados con frecuencia nuestros corazones. Quizá
fue la envidia de una prenda tan valiosa, que desafiaba toda ponderación, el
aguijón que picó sus altivos pensamientos y le hizo indignarse ante el hecho de
que los inferiores alabaran el lote dorado de que sus superiores carecían.
Mas, sea lo que fuere, algún
temerario pensamiento prestó alas a su más temeraria prisa. Olvidándolo todo,
su honor, sus asuntos, sus amistades y su linaje, se aleja rápidamente con el
firme propósito de extinguir el ascua que arde en su hígado. ¡Oh vivo ardor
falso contenido bajo el helado arrepentimiento, tu anticipada cosecha muere en
tizón y no madura jamás!
Y ahora el voluptuoso príncipe
salta de su lecho, échase bruscamente el manto sobre el brazo y se agita febril
entre el deseo y el temor. El uno le halaga dulcemente; el otro hace que le
amedrente el mal; pero el honesto temor, embrujado por los encantos impuros de
la lujuria, no le invita con demasiada frecuencia a que se retire.
Porque, con la ropa blanca de
noche que la cubre, procura hacer refluir dentro de su boca sus piadosos
lamentos, refrescando su ardiente rostro en las más castas lágrimas que fueron
vertidas de púdicos ojos bajo el imperio del dolor. ¡Oh! ¡Que la lujuria apostada
deshonre un lecho tan puro! Si el llanto pudiera purificar la mancilla,
Lucrecia dejaría eternamente correr sus lágrimas.
Pero ella ha perdido una cosa
más cara que la vida, y él ha ganado lo que quisiera perder ahora. ¡Esta
forzada alianza fuerza a una nueva lucha! Esta momentánea alegría engendra
meses de dolor; este ardiente deseo se convierte en frío desdén. La pura
castidad ha sido despojada de su tesoro, y la lujuria, que lo ha robado, queda
más pobre que antes.
»Si Colatino hubiera dado muerte
a mi hijo o a mi padre; o hubiera dispuesto emboscadas para quitarme la vida; o
si no fuera mi caro amigo, el deseo de ultrajar a su esposa podría hallar
excusa en la venganza o la represalia por tales ofensas. Pero como es mi
pariente, mi íntimo, la vergüenza y la falta no tienen disculpa ni fin.
»Es vergonzoso, sí, si llega a
saberse, Es abominable… Pero no hay odio en el amar…; imploraré su amor; pero
no, ella no se pertenece…; lo peor en todo caso sería una negativa, reproches…
¡Mi voluntad es firme; la razón es débil para apartarla! ¡El que teme a una
máxima o al refrán de un anciano se dejará intimidar por una figura de tapiz!»
»¡Oh baldón de la caballería y
de las brillantes armas! ¡Oh innoble deshonor para la tumba de mi familia! ¡Oh
acto impío que encierra todos los desastres odiosos! ¡Oh guerrero, esclavo de
una tierna pasión voluptuosa! El verdadero valor debiera estar siempre unido al
verdadero respeto. Mi transgresión es tan vil, tan baja, que vivirá grabada en
mi frente!
»¡Oh oculta vergüenza!
¡Desgracia invisible! ¡Oh llaga que no se siente! ¡Herida intima, ultraje del
crestón de la celada! La vergüenza queda inscrita en la frente de Colatino, y
los ojos de Tarquino podrán leer de lejos la inscripción que cuente cómo fue
herido en la paz y no en la guerra. ¡Ay! ¡Cuántos existen que llevan sin
advertirlo estos golpes afrentosos, que únicamente conocen los que los han
dado!
»No obstante, soy culpable del
naufragio de tu honor. Y, sin embargo, en honor tuyo recibí a Tarquino;
viniendo de tu parte, no podía despedirle, pues hubiera sido un deshonor
tratarle con desdén. Además, quejábase de cansancio y hablaba de virtud. ¡Oh!
¡Maldad imprevista, cuando la virtud es profanada por un demonio semejante!
»Eres reo de asesinato y robo;
reo de soborno y perjurio; reo de traición, falsedad e impostura; reo de esa
abominación llamada incesto. Y cómplice, por inclinación natural, de todos los
crímenes pasados y de todos los venideros, desde la Creación hasta el Juicio
final
»¡Tú, lacayo inmortal de la
Eternidad, detén en su fuga a Tarquino con cualquier percance; inventa por
encima de lo posible cuanto pueda concebirse de extraordinario para hacerle
maldecir esta noche maldita y criminal! ¡Que espectros terribles espanten sus
ojos impúdicos, y que el cruel pensamiento de su perversa acción transforme
cada zarza en un diablo horriblemente deforme!
»¡Oh Tiempo, tú que eres
igualmente el tutor de los buenos y de los malos, enséñame a maldecir al que
enseñaste este crimen! ¡Que el ladrón se vuelva loco ante su misma sombra y
busque a cada instante el suicidio! ¡Manos tan miserables debieran verter solas
sangre tan miserable! Porque ¿quién es tan vil que desee el oficio de abyecto
verdugo de tan vil esclavo?
«En vano Lucrecia –exclama– vivo y en vano busco un medio feliz
de terminar una vida desgraciada. Sentí miedo de que me asesinase la falce de
Tarquino, y, sin embargo, busco un puñal que me haga oficio semejante; pero
cuando tenía miedo era una esposa fiel; lo soy aún... ¡Oh! ¡No, no lo soy!
¡Tarquino me ha despojado de este noble carácter
»Legaré mi honor al cuchillo
que hiera mi cuerpo deshonrado. Es acto de honor poner fin a una vida
deshonrada, pues cuando la vida concluya subsistirá la honra. Así saldrá mi
fama de las cenizas de mi vergüenza. Porque con mi muerte mataré el menosprecio
de la vergüenza, y muerta así mi vergüenza, renacerá mi honra.
»He aquí el breve resumen que
hago de mi última voluntad: lego mi alma y mi cuerpo a los cielos y a la
tierra. En cuanto a mi resolución, tómala por tu parte, esposo mío. Lego mi
honor al cuchillo que abra mi herida, mi vergüenza al que encenagó mi fama, y
todo lo que viva de mi gloria quede repartido entre aquellos que vivan y no
piensen mal de mí.
Cuando se hubieron juramentado
para esta sentencia deliberada, tomaron la resolución de sacar de allí a la
difunta Lucrecia, mostrar en Roma su cuerpo ensangrentado y hacer público así
el infame atentado de Tarquino. Todo lo cual realizóse con diligencia rápida, y
los romanos dieron con aclamación su consentimiento a la expatriación perpetua
de los Tarquinos.
REFLEXIONES
LEE Y DESARROLLA EL
CUESTIONARIO EN TU CUADERNO CON PREGUNTA RESPUESTA
1 .Cuál es el tema central del texto? Explica
2. Consideras que el poema
aborda el abuso de poder? Explica.
3. Crees que el poema lograr
una representación estética de los grandes dramas de la historia humana?
Argumenta.
4. Consideras que en el poema
se refleja la decadencia moral de la monarquía de la época?
5. La violación en este relato se convierte en un acto
político? Explica
6. Cómo actúa el pueblo frente
a esta situación y por qué?
7. Explica los temas de venganza,
muerte y fidelidad que aparecen en el texto.
8. Por que crees que el tema
de la violación hacia la mujer permanece en la impunidad?
9. Consulta un escritor o
pintor que haya planteado desde el punto de vista estético la violencia contra
la mujer. (Dante, Maquiavelo, Sor Juana Inés de la Cruz, Durero, Rembrandt,
Tiziano, Rafael, Botticelli, entre otros.
10. Consideras que los femicidios de hoy tienen un origen tan antiguo como la historia humana escrita?
10. Consideras que los femicidios de hoy tienen un origen tan antiguo como la historia humana escrita?
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