jueves, 7 de septiembre de 2017

TALLER LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA Nº 13


COLEGIO DISTRITAL MENORAH  
FRAGMENTO LA VIOLACIÓN DE LUCRECIA 
WILLIAM SHAKESPEARE 






Lucio Tarquino, por su excesivo orgullo llamado el Soberbio, tras haber sido causa de que su propio suegro, Servio Tulio, acabara cruelmente asesinado, y de haberse él mismo apoderado del trono sin requerir ni aguardar los sufragios populares, procedimiento contrario a las leyes y costumbres romanas, en compañía de sus hijos y de otros nobles de Roma, marchó a poner sitio a Árdea.

Una tarde, durante el asedio, reunidos los principales jefes del ejército en la tienda de Sexto Tarquino, hijo del rey, comenzaron, en sus charlas de sobremesa, a ponderar las virtudes de sus propias mujeres, circunstancia que dio lugar a que Colatino proclamara la incomparable castidad de su esposa Lucrecia. En este alegre humor partieron todos para Roma; y deseando comprobar, por su secreta y repentina llegada, la verdad de lo que antes habían sostenido, solo Colatino encontró a su mujer –no obstante hallarse avanzada la noche– hilando con sus doncellas.

Las otras damas fueron sorprendidas bailando y jaraneando, o en diferentes diversiones, por lo cual los nobles cedieron a Colatino la victoria y a su mujer la palma. En esta ocasión quedó Sexto Tarquino prendado de la hermosura de Lucrecia; pero, refrenando por el momento sus pasiones, volvió con los demás al campo. En seguida los abandonó en secreto, y fue recibido y albergado regiamente, como convenía a su estirpe, por Lucrecia, en Colatio. La misma noche se introdujo traidoramente en su alcoba, la poseyó por la violencia, y emprendió la fuga de madrugada. Lucrecia, en este lamentable estado, despachó inmediatamente mensajeros: uno, a Roma, a casa de su padre, y el otro, al campo de Colatino.

Llegaron estos, acompañado el primero por Junio Bruto y el segundo por Publio Valerio, y hallando a Lucrecia vestida de luto, le preguntaron cuál era la causa de su pesar. Ella, arrancándoles primero juramento de venganza, reveló al culpable, con todos los pormenores de su crimen, y acto seguido se dio de puñaladas. Visto lo cual, todos, de común acuerdo, prometieron exterminar de raíz la odiosa familia de los Tarquinos, y transportaron el cadáver a Roma.

Bruto informó al pueblo de las circunstancias de esta vil acción y del nombre del que la había cometido, con una amarga invectiva contra la tiranía del rey. Con lo cual el pueblo se conmovió de manera que, por consentimiento unánime y aclamación general, desterró a todos los Tarquinos, y la gobernación del Estado pasó de los reyes a los cónsules.


Conducido por las pérfidas alas de un deseo infame, el impúdico Tarquino abandona el ejército romano, y a toda prisa huye de Árdea, la villa sitiada, a llevar a Colatio el fuego sin claridad que, oculto bajo pálidas cenizas, acecha el momento de lanzarse y rodear con su cintura de llamas el talle del dulce amor de Colatino, la casta Lucrecia.

Quizá este nombre de casta fue lo que, desgraciadamente, agudizó el filo no embotado de su irresistible deseo, cuando Colatino, sin poder reprimirse, celebró con imprudencia la mezcla incomparable de rosa y blanco que resplandecía en aquel firmamento de su felicidad, donde luceros mortales, tan luminosos como las magnificencias del cielo, le reservaban a él solo, en sus puros aspectos, peculiares encantos.

Quizá el elogio de la soberana gracia de Lucrecia fue lo que sugestionó a este arrogante vástago de un rey, pues por nuestros oídos son tentados con frecuencia nuestros corazones. Quizá fue la envidia de una prenda tan valiosa, que desafiaba toda ponderación, el aguijón que picó sus altivos pensamientos y le hizo indignarse ante el hecho de que los inferiores alabaran el lote dorado de que sus superiores carecían.

Mas, sea lo que fuere, algún temerario pensamiento prestó alas a su más temeraria prisa. Olvidándolo todo, su honor, sus asuntos, sus amistades y su linaje, se aleja rápidamente con el firme propósito de extinguir el ascua que arde en su hígado. ¡Oh vivo ardor falso contenido bajo el helado arrepentimiento, tu anticipada cosecha muere en tizón y no madura jamás!

Y ahora el voluptuoso príncipe salta de su lecho, échase bruscamente el manto sobre el brazo y se agita febril entre el deseo y el temor. El uno le halaga dulcemente; el otro hace que le amedrente el mal; pero el honesto temor, embrujado por los encantos impuros de la lujuria, no le invita con demasiada frecuencia a que se retire.

Porque, con la ropa blanca de noche que la cubre, procura hacer refluir dentro de su boca sus piadosos lamentos, refrescando su ardiente rostro en las más castas lágrimas que fueron vertidas de púdicos ojos bajo el imperio del dolor. ¡Oh! ¡Que la lujuria apostada deshonre un lecho tan puro! Si el llanto pudiera purificar la mancilla, Lucrecia dejaría eternamente correr sus lágrimas.

Pero ella ha perdido una cosa más cara que la vida, y él ha ganado lo que quisiera perder ahora. ¡Esta forzada alianza fuerza a una nueva lucha! Esta momentánea alegría engendra meses de dolor; este ardiente deseo se convierte en frío desdén. La pura castidad ha sido despojada de su tesoro, y la lujuria, que lo ha robado, queda más pobre que antes.


»Si Colatino hubiera dado muerte a mi hijo o a mi padre; o hubiera dispuesto emboscadas para quitarme la vida; o si no fuera mi caro amigo, el deseo de ultrajar a su esposa podría hallar excusa en la venganza o la represalia por tales ofensas. Pero como es mi pariente, mi íntimo, la vergüenza y la falta no tienen disculpa ni fin.

»Es vergonzoso, sí, si llega a saberse, Es abominable… Pero no hay odio en el amar…; imploraré su amor; pero no, ella no se pertenece…; lo peor en todo caso sería una negativa, reproches… ¡Mi voluntad es firme; la razón es débil para apartarla! ¡El que teme a una máxima o al refrán de un anciano se dejará intimidar por una figura de tapiz!»



»¡Oh baldón de la caballería y de las brillantes armas! ¡Oh innoble deshonor para la tumba de mi familia! ¡Oh acto impío que encierra todos los desastres odiosos! ¡Oh guerrero, esclavo de una tierna pasión voluptuosa! El verdadero valor debiera estar siempre unido al verdadero respeto. Mi transgresión es tan vil, tan baja, que vivirá grabada en mi frente!


»¡Oh oculta vergüenza! ¡Desgracia invisible! ¡Oh llaga que no se siente! ¡Herida intima, ultraje del crestón de la celada! La vergüenza queda inscrita en la frente de Colatino, y los ojos de Tarquino podrán leer de lejos la inscripción que cuente cómo fue herido en la paz y no en la guerra. ¡Ay! ¡Cuántos existen que llevan sin advertirlo estos golpes afrentosos, que únicamente conocen los que los han dado!

»No obstante, soy culpable del naufragio de tu honor. Y, sin embargo, en honor tuyo recibí a Tarquino; viniendo de tu parte, no podía despedirle, pues hubiera sido un deshonor tratarle con desdén. Además, quejábase de cansancio y hablaba de virtud. ¡Oh! ¡Maldad imprevista, cuando la virtud es profanada por un demonio semejante!

»Eres reo de asesinato y robo; reo de soborno y perjurio; reo de traición, falsedad e impostura; reo de esa abominación llamada incesto. Y cómplice, por inclinación natural, de todos los crímenes pasados y de todos los venideros, desde la Creación hasta el Juicio final

»¡Tú, lacayo inmortal de la Eternidad, detén en su fuga a Tarquino con cualquier percance; inventa por encima de lo posible cuanto pueda concebirse de extraordinario para hacerle maldecir esta noche maldita y criminal! ¡Que espectros terribles espanten sus ojos impúdicos, y que el cruel pensamiento de su perversa acción transforme cada zarza en un diablo horriblemente deforme!

»¡Oh Tiempo, tú que eres igualmente el tutor de los buenos y de los malos, enséñame a maldecir al que enseñaste este crimen! ¡Que el ladrón se vuelva loco ante su misma sombra y busque a cada instante el suicidio! ¡Manos tan miserables debieran verter solas sangre tan miserable! Porque ¿quién es tan vil que desee el oficio de abyecto verdugo de tan vil esclavo?

«En vano Lucrecia  –exclama– vivo y en vano busco un medio feliz de terminar una vida desgraciada. Sentí miedo de que me asesinase la falce de Tarquino, y, sin embargo, busco un puñal que me haga oficio semejante; pero cuando tenía miedo era una esposa fiel; lo soy aún... ¡Oh! ¡No, no lo soy! ¡Tarquino me ha despojado de este noble carácter

»Legaré mi honor al cuchillo que hiera mi cuerpo deshonrado. Es acto de honor poner fin a una vida deshonrada, pues cuando la vida concluya subsistirá la honra. Así saldrá mi fama de las cenizas de mi vergüenza. Porque con mi muerte mataré el menosprecio de la vergüenza, y muerta así mi vergüenza, renacerá mi honra.

»He aquí el breve resumen que hago de mi última voluntad: lego mi alma y mi cuerpo a los cielos y a la tierra. En cuanto a mi resolución, tómala por tu parte, esposo mío. Lego mi honor al cuchillo que abra mi herida, mi vergüenza al que encenagó mi fama, y todo lo que viva de mi gloria quede repartido entre aquellos que vivan y no piensen mal de mí.

Cuando se hubieron juramentado para esta sentencia deliberada, tomaron la resolución de sacar de allí a la difunta Lucrecia, mostrar en Roma su cuerpo ensangrentado y hacer público así el infame atentado de Tarquino. Todo lo cual realizóse con diligencia rápida, y los romanos dieron con aclamación su consentimiento a la expatriación perpetua de los Tarquinos.

REFLEXIONES

LEE Y DESARROLLA EL CUESTIONARIO EN TU CUADERNO CON PREGUNTA RESPUESTA

1 .Cuál es el  tema central del texto? Explica
2. Consideras que el poema aborda el abuso de poder? Explica.
3. Crees que el poema lograr una representación estética de los grandes dramas de la historia humana? Argumenta.
4. Consideras que en el poema se refleja la decadencia moral de la monarquía de la época?
5. La violación en  este relato se convierte en un acto político?  Explica
6. Cómo actúa el pueblo frente a esta situación y por qué?
7. Explica los temas de venganza, muerte y fidelidad que aparecen en el texto.
8. Por que crees que el tema de la violación hacia la mujer permanece en la impunidad?
9. Consulta un escritor o pintor que haya planteado desde el punto de vista estético la violencia contra la mujer. (Dante, Maquiavelo, Sor Juana Inés de la Cruz, Durero, Rembrandt, Tiziano, Rafael, Botticelli, entre otros.
10. Consideras que los femicidios de hoy tienen un origen tan antiguo como la historia humana escrita?            

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